martes, 26 de junio de 2012

Los primeros días de casada

Los primeros días de casada, ¿cómo son? ¿qué se siente?

Eso que para mí antes era un misterio, que me sugería ensueño y especulaciones, ahora es una realidad. (¡uau!)

Una realidad que no sé si habría imaginado de esta manera, pero que ya forma una parte tan indisoluble de mí, que casi parece que llevo en este estado mucho más de dos meses, quizás medio año, o más...



martes, 12 de junio de 2012

Sobre compras y armario (parte 2)

Hace unos días os comentaba algunos de los dilemas de una mujer ante su armario. Un armario muchas veces abarrotado de cosas inútiles o simplemente... "difíciles de poner". Os hablaba de las veces que he comprado sin cabeza, o cosas difíciles o fuera de mi estilo, y de la dificultad de hacer una mudanza en condiciones sin tener un armario en condiciones. Y todo esto se suma a una última tendencia que he ido siguiendo en blogs y demás: la de simplificar nuestra vida. Y tengo que decir que por el momento no quiero desprenderme de todas mis pertenencias y vagar por el mundo con mis posesiones dentro de una maleta (que podría ser, oye), pero unas dosis razonables de este minimalismo sí que quiero implantar en mi (por cierto) nueva vida.

Comparto a continuación los consejos para conseguir, tanto un armario más adecuado, como un consumo en general más racional.

1.- Lo primero de todo: hay que ordenar el armario. O mejor dicho: los armarios. Sí, lo típico: sacarlo TODO (todo-todo-todo) de cada uno de los cajones, tablas, de las perchas, etc. También la ropa interior, los cinturones, los calcetines. Si me apuráis, incluso los complementos. Para saber cómo actuar una tiene que saber lo que tiene. Os digo yo que se encuentran bastantes tesoros escondidos en estas ocasiones. Este proceso de sacar toda la ropa y ordenar el armario es largo, que no tedioso (de hecho, a mí particularmente ordenar el armario y ver cositas que ni recordaba me parece divertido), por tanto elige un día libre, por ejemplo un domingo. Una vez con toda la ropa encima de la cama, nos haremos una idea mental global de lo que tenemos y es hora de hacerse unas preguntas: ¿Tengo un fondo de armario?  ¿Me gusta en general las prendas que tengo? ¿Hay un estilo, o hay cientos? ¿Tengo muchas prendas que no sé combinar? ¿Almaceno cosas que no voy a ponerme nunca más? ¿Puedo donar algo? ¿Debería tirar otras cosas?

2.- En caso de tener un armario fabuloso, creo que lo siguiente sería ordenarlo todo y darse por satisfecha. Estás de suerte. En caso de detectar que efectivamente nuestra ropa es un caos y por una razón o por otra, no nos sirve, hay que tomar algunas decisiones. Para empezar, plantearse donar o tirar cosas. Y para continuar, guardar en un sitio aparte (por ejemplo en cajas) prendas de las que no nos queramos deshacer bien porque vaticinemos que se volverán a llevar en las próximas temporadas, o porque tienen valor sentimental. No sé a vosotras, pero a mí hay camisetas de hace diez años que me evocan cosas estupendas, y no querría deshacerme de ellas. Además, a veces me gusta pensar que dentro de treinta años, guardando las cosas de mejor calidad, podré tener prendas vintage para mis futuras hijas, sobrinas, etc. ;-) Eso sí, se trata de guardar lo mínimo posible, y desechar definitivamente lo que consideramos un lastre en nuestra vida. Tenéis muchos post en la blogosfera que hablan precisamente de cómo seleccionar las prendas que volvemos a meter en nuestro armario, así que no me entretengo en este punto.
Perfecta imagen que resume este proceso. aquí

3.- Si tu armario te has decepcionado, y si a pesar de haber encontrado esos "tesoros ocultos" sigues sin tener cosas que ponerte (o un buen fondo de armario, como quieras llamarlo), antes de lanzarte a comprar como loca todas esas cosas que te faltan, te toca hacer un poquito de reflexión. Date cuenta de todo lo que has hecho mal hasta ahora. Considero que sin un análisis profundo de la situación particular de cada cual, no hay soluciones duraderas que valgan. Sí, puedes guardar, y tirar, y donar cosas, y comprar tres prendas buenas, pero si no te paras a pensar qué has estado haciendo mal para llegar a esta situación, volverás a hacerlo. Las buenas intenciones se acaban en dos días, y tu armario volverá a su estado de leonera. Plantéate qué has hecho mal, y qué otras cosas podrías hacer. Recuerda esas compras inútiles e impulsivas (seguro que tienes algo en tu armario que ni has estrenado ¿a qué sí?) y no te martirices con ello, simplemente aprende. En mi caso, mi análisis me ha desvelado que no ha sido tanto que he comprado demasiado (ya he dicho anteriormente que no soy realmente una shop-aholic, y todos mis zapatos me cabrían en un zapatero de dos puertas), como que he comprado sin cabeza y bajo impulsos.


4.- Tras el análisis, llega el momento de salir de compras, si creemos que verdaderamente hay prendas que necesitamos, bien para combinar con otras, o bien porque es algo que siempre quisimos tener y vamos posponiendo una vez y otra. Pero compras... ¿qué compras? ¿Cómo no caer de nuevo en los errores?

Creo que viene bien hacer una lista de todas y cada una de las prendas de ropa, zapatos o complementos que hemos adquirido en una temporada, con su correspondiente coste. Apuntarlas todas, que queden escritas. Y después, analizar cuántas de estas adquisiciones hemos amortizado convenientemente. Os cuento que yo empecé haciendo esto el año pasado, temporada otoño-invierno, más que por una cuestión de hacerme un buen armario, como ahora, por curiosidad acerca del gasto que destinaba a ropa. Apunté cada pantalón, cada camiseta, las botas, incluso algún conjunto de ropa interior. Y cuando pasó la temporada y vi la lista definitiva de todo lo que había comprado el resultado fue escandaloso. Y sorprendente. Gastaba en ropa y complementos más dinero del que había pensando, y muchas de esas cosas, al cabo del tiempo, se me habían estropeado o no había usado bien porque tampoco me acababan de gustar, o bien porque tenía algo en casa que era bastante similar. Y seguía en muchas ocasiones "sin encontrar algo que ponerme". Un desastre, vamos.

Hacer esta lista fue el principio de mi cambio de actitud. Esta temporada primavera-verano, también he hecho esta lista. Tengo que decir que he invertido casi el mismo dinero que el año pasado, pero sin embargo, estoy bastante contenta con todas y cada una de mis nuevas adquisiciones, porque casi todas ellas han sido meditadas anteriormente e iban con el fin de construir este fondo de armario que antes he comentado. Sí, he hecho una buena inversión, en prendas de calidad, que me quedan bien y que verdaderamente me gustan, y que además conjuntan entre sí. Puedo decir que hoy abro el armario de mi nueva casa y me encanta lo que veo. Ya no tengo esa desazón que tenía antes, cuando abría un armario lleno de ropa y comprobaba que para algunas ocasiones me faltaba lo adecuado, o no tenía un pantalón que combinar con esa camiseta nueva y fantástica.

Una lista de cosas compradas empezó el cambio. Otra lista muy meditada y sin presupuesto tope de "cosas que me vendría bien tener" lo llevó a buen puerto.

5.- Aparte de limpiar, ordenar y confeccionarnos un armario genial, creo que hay que hacer una última reflexión, y esta no centrada en la ropa en particular, sino con el consumo en general. Con las mudanzas que he hecho en estos últimos meses, he puesto de manifiesto que, en general, almacenamos demasiado. Tenemos demasiado, guardamos demasiado. He visto cosas en blogs que me han puesto los pelos de punta ¿pensáis que es necesario tener treinta o cuarenta pares de zapatos? ¿Veinte bolsos? ¿Diez abrigos? ¿Cincuenta camisetas? La cosa empeora si encima los tenemos todos ahí, revueltos por la habitación, unas cosas encima de otras, causando una perenne sensación de caos en nuestra habitación.

¿Envidiable o excesivo?

Yo me pregunto ¿No es algo preocupante que casas enormes, de más de cinco habitaciones, tengan todas ellas desbordadas de cosas? Ya sean juguetes, vajillas, aparatos electrónicos, velas o cojines. ¿Y no es especialmente significativo que, si rebuscáramos entre todas estas cosas, apenas podríamos salvar algo para dejar a la generación siguiente? Porque nuestras abuelas podían tener pocas cosas, pero algunas de ellas eran de una belleza o de un carácter asombroso. Ajá, es el vintage, tan de moda últimamente. Y yo viendo esas casas tan atestadas de cosas sin personalidad me digo ¿podrían estar éstas en un mercadillo vintage dentro de cincuenta años, suponiendo (que ya es mucho suponer) que no se estropearían antes de ese momento?

Menos cantidad, y más calidad, lo sigo diciendo... Y espacios más vacíos, menos abarrotados, en general. Simplificar la casa o el armario no es sólo eso, o al menos a mí me lo parece. Es también simplificar la mente, y simplificar la vida...

martes, 5 de junio de 2012

Sobre compras y armario

Hoy me escapo un poquito de la temática de las bodas para compartir uno de los asuntos en el que más he pensado en este último mes (aparte de las impresiones de mi boda y de los recuerdos compartidos de la luna de miel): la ropa que hay (o que falta) en mi armario, y las compras en general.

Maitena. Cómo lo clava todo.

Ay, sí, mujeres y ropa. Incluso para la que dice que pasa de la moda o  que no tiene dinero para comprarse modelitos, a la hora de abrir el armario siempre vienen un montón de reflexiones a la cabeza: la más usual "no tengo nada que ponerme" incluso estando el armario lleno (y esto puede ser rigurosamente cierto: no tener nada apropiado y nadar en la abundancia de trapitos). Otras cosas que nos pueden surgir en ese momento de abrir el armario pueden ser: "uff, ¿con qué combino esta camiseta?", "todo lo tengo del mismo color", "tengo demasiada ropa" o "tengo muy poca ropa",  "tengo que poner orden a esta leonera", o la mejor de todas: encontrar algo genial que ni nos acordábamos que teníamos (¿no es eso un poco de locos...?)

Desde hace un año más o menos, he empezado a ocuparme de este asunto de las cosas que acumulo, demasiadas; de la necesidad de comprar menos y mejor; de la necesidad de guardar fuera de mi armario lo que no me pongo o desprenderme de ello. He llevado más ropa y zapatos a Cáritas que nunca, y he tirado por fin todos esos pendientes sueltos del que perdí el otro par. He reciclado viejos apuntes y revistas que guardaba. Incluso he regalado algunos libros, por más que me gusta la literatura, porque sentía que no había necesidad ninguna de guardar algunos de ellos. La verdad es que, siguiendo las máximas del minimalismo que parece estar cobrando protagonismo hoy día (no hay más que ver la cantidad de enlaces que aparecen cuando una escribe en el buscardor: "simplificar mi vida" u "operación armario"), todos los objetos que atesoramos requieren alguna atención: o hay que limpiarlos, o repararlos, o ordenarlos de cuando en cuando. Y eso es una inversión de tiempo, dinero y energía. Pero por otro lado, y para un alma empedernida como yo, los objetos son recuerdos, y son parte de una vida pasada a las que a veces me gusta volver...

Entonces ¿dónde está ese punto medio, ese equilibrio?

Yo desde luego estoy lejos de alcanzarlo... os cuento. Centrándome en la ropa, ha sido sobre todo en estas últimas semanas, haciendo la mudanza de la casa de mis padres a mi nuevo piso (mudanza, mover y recolocar un montón de cosas ¿¿os suena??) cuando me he dado cuenta de la verdadera magnitud del problema: sí, tengo demasiada ropa; y varias prendas no me gustan demasiado, son difíciles de conjuntar, de mala calidad, se parecen entre sí o no les puedo sacar mucha utilidad.  Y por otro lado, y esto es algo de lo que he ido adquiriendo conciencia conforme he ido leyendo ciertos blogs de moda, tengo una falta alarmante de básicos. Y no me refiero a los básicos convencionales, no creo que esta lista deba ser igual para todas las mujeres sino a mis básicos. Las prendas que para mí serían "todoterreno", tanto para una fiesta o un café informal entre amigas.



Cuando vas a vivir en una casa nueva, en la que en la habitación hay armarios y los cajones que tienen que compartirse entre dos personas (lo cual ha sido una experiencia totalmente nueva para mí), tienes que optimizar el espacio. No hay hueco, literalmente, para trastos inútiles. Hay que pensar qué es lo más ponible para guardar más cerca (ejemplo, en el armario principal del dormitorio), y aquellas cosas que quedan reservadas para eventos (y que se pueden meter en el armario de la habitación de invitados). Y pensar qué es lo que realmente te gusta y necesitas, y qué cosas estás transportando con la mudanza como si fueran un lastre, porque o no te las pones nunca o te las pones con cierta carga de culpabilidad (ya que me lo he comprado, tengo que usarlo).


Resumiendo, que llevo tiempo dándole vueltas al tema de la ropa (creo que desde que el año pasado que uno de mis propósitos fue RECICLAR, es decir, mirar lo que ya tengo antes de comprar algo nuevo, desde la ropa, hasta los objetos decorativos), y la mudanza ha sido la gota que ha colmado el vaso y ha hecho que me pare en seco y piense en cómo he estado actuando en estos últimos años. Creo firmemente que pasamos mejor a la acción cuando hay una buena reflexión detrás. Estas son las conclusiones a las que he llegado en estos días, y que me gustaría compartir con todas vosotras, quizás en muchos casos os identifiquéis conmigo.

a) Hasta ahora, he comprado demasiado. Y debo reconocer que ni mucho menos soy uno de los peores casos, tengo varias amigas y conocidas que compran más artículos que yo (aunque sean más baratos), y personas de mi familia a las que les dá por acumular cosas. Pero centrándome en mí, sí: he comprado cosas que no necesitaba, cosas que ya tenía pero que ni recordaba, y no hablo sólo de ropa. Y con el tema de la boda, mis compras se han incrementado con varios "caprichos" pero he de reconocer que estos no me duelen tanto por tratarse de una situación excepcional, y porque eran cosas que realmente me gustaban y a las que les he dado una utilidad posterior, o que guardaré para siempre con mucho cariño.


b) En muchas ocasiones, he comprado sin cabeza. Es decir, no he planificado para nada mis compras. Paso a una tienda, me pruebo cosas que me gustan, y si no eran muchas y muy caras me llevaba las que me quedaban bien. Aunque fueran más de lo que ya tenía en casa, aunque no fueran excepcionalmente bonitas o de buena calidad. No he estructurado para nada mis compras, y ahora me doy cuenta del tremendo error que es, porque no te pones en serio a buscar aquello que te falta, sino que compras lo que encuentras, lo que en ese momento capta tu atención (ese momento en que puedes estar pensando en decenas de cosas más), y ya verás luego cómo y con qué lo combinas, si realmente te aporta algo nuevo, o si no tienes algo similar de lo que no te acuerdas. He comprado sin cabeza, no me he parado lo suficiente a pensar: "este año necesito esto, esto y esto otro, y voy a dedicar mis energías y mi dinero a estas cosas en particular y no a otras".

c) No me he dedicado lo suficiente a buscar los básicos. Esos grandes amigos. Y resulta triste abrir tu armario y ver que no dispones de ellos en cantidad suficiente. Y luego ver que tu novio, que tiene una quinta parte de tu ropa, va siempre tan bien vestido y arreglado, simplemente porque tiene unos pocos vaqueros y unas cuantas camisas o camisetas que conjuntan bien entre todas ellas, y que son variadas para distintas ocasiones. Debería haber invertido más dinero en esa ropa un poquito más cara pero que siempre nos sienta bien, en actualizar los jeans que me quedan de muerte cuando se me han gastado, en comprar LA camiseta negra, en vez de tantas otras camisetas negras extrañas que no me acaban de convencer.


via

d) Cada vez me fijo más en la calidad y en la forma en que están elaborados los productos (si son de fabricación ecológica, artesanales, hechos en España o en otros países donde los derechos de los trabajadores están garantizados, etc). Y en esto sé que tengo que seguir por este camino. Aunque aún no he encontrado ninguna tienda de decoración donde los objetos tengan un precio razonable y no sean "made in China", o alguna tienda de ropa que no fabrique en países tercermundistas y que me pueda permitir. He de decir, eso sí, que si buscas, encuentras; y he podido comprarme algún vestido de fiesta a un precio increíble made in Spain, al igual que parte del menaje para el hogar hecho en Europa y con buena relación calidad-precio.

La conclusión a todo esto es que, hasta ahora, he comprado con muy poca planificación. Me he dejado llevar por el impulso inmediato, por la ropa más fácilmente accesible, casi siempre en las mismas tiendas. Y cuando una es adolescente, eso es lo más normal y sano del mundo (comprarse diez camisetas de manga corta e intercambiarlas con las amigas, y desechar cinco para el año siguiente). Pero cuando una se va acercando a la treintena, la cosa cambia. El estilo ya se ha encontrado (y si no, hay que ponerse a ello), y la talla si nos cuidamos difícilmente va a variar (la altura o el número de pie ni por un milagro), por lo que las prendas no tienen una fecha de caducidad predecible. Podemos comprarnos un buen abrigo o unos zapatos preciosos y que nos duren los próximos diez años.


"No tengo nada que ponerme..."

En definitiva, se trata de "fabricarnos" un armario limitado, bonito, ordenado, cómodo y atemporal que nos acompañe durante nuestra nueva etapa, evitando el almacenamiento de cosas inútiles, el desorden, la culpa por comprar más de la cuenta o el tener veinte cosas pero realmente "nada que ponerse" para una entrevista de trabajo, una boda, un viaje de amigas o una comida formal con los suegros.

¿Cuáles han sido mis soluciones? Os las explicaré el próximo día, pero antes estoy deseosa de escuchar vuestros comentarios a este respecto: ¿alguna vez habéis hecho "operación armario"? ¿Tenéis un buen fondo de armario con básicos incondicionales? ¿Os ponéis límites a la hora de comprar? ¿Cantidad o calidad? ¿Os preocupa el consumo responsable? ¿Sentís que, en general, tenéis demasiadas cosas?

Muchos besos, a las solteras, las casadas ¡¡y a las futuras novias!!

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